Hace un año de año, salí del seminario de la Arquidiócesis
a la que pertenezco. Puede decirse que durante un tiempo fui un exseminarista.
A los días de mi partida un amigo me envió un mensaje parecido a este. En ese
momento de grandes expectativas e inseguridades, sus consejos fueron y siguen
siendo de gran provecho para mí. Es por
eso, que en esta ocasión, quise escribir algo parecido pero desde mi propia
experiencia.
Espero que estos 10 consejos sean luz para algunos,
que en esta, o en otras circunstancias parecidas, han discernido su vocación.
Reincorporarse a la vida cotidiana no es nada fácil, por eso quiero darte
algunas claves para no dejar atrás las cosas tan importantes que viviste en el
seminario.
1. Reincorpórate con humildad
Reincorporarte
a tu familia, a la sociedad, a tus grupos de amigos pero sobre todo a tu
comunidad parroquial con humildad y dejando de lado el “Dios no quiso”, “yo no
quise”, etc. Sino con la certeza de que Dios pide otra cosa mucho mejor para ti
(pues cada quien vive en plenitud su propia vocación). El seminario no es
solamente un lugar para formarse para el sacerdocio, sino también para
discernir la vocación, para crecer como persona y , si Dios no lo quiere, darse
cuenta de que no es por ahí lo cual es válido y totalmente normal.
2. Sigue trabajando por el Reino de Dios
Al
reinsertarte en tu comunidad busca ponerte al servicio de tu párroco y de la
comunidad entera, ya sea liderando un grupo, promoviendo actividades de
evangelización y misión, o integrándote a un ministerio. Que vean en ti un soporte,
un apóstol, un colaborador dispuesto y no una carga de amargura e indiferencia.
3. Sigue formándote
Ya no eres seminarista pero sigues siendo cristiano.
Sigue trabajando en tu formación humana, espiritual y académica pues si bien,
no estarás al frente de una parroquia seguirás trabajando dentro de la Iglesia
como laico. Vive una vida sacramental intensa y de oración pues no solo el
sacerdote necesita de ello sino todos nosotros por nuestra naturaleza frágil.
Además hoy conoces el inmenso valor de los sacramentos, ¿por qué dejarlos de
lado o descuidarlos?
4. No dejes que el ruido del mundo y el quehacer
diario te hagan descuidar lo espiritual
Si bien es cierto que fuera de la casa de formación
se deben tomar más responsabilidades, también es cierto que no es imposible
seguir frecuentando los sacramentos y viviendo la oración de forma frecuente.
Eres exseminarista, no excristiano 🙂 No dejes que tus nuevas
responsabilidades sofoquen lo que tanto has trabajado en el seminario, solo es
cuestión de organizarse y establecer prioridades.
5. Comparte tu experiencia de formación con otros
Ahora debes
ser un líder en tu parroquia, en tu familia y en tu entorno en cuestiones de fe
y de moral, pues lo que hoy eres es gracias a esa misma Iglesia de Dios que durante
tu estadía en el seminario te dio todas las facilidades para formarte:
retribuye ello con tu servicio y participación. Comparte lo aprendido con los
demás con caridad y humildad.
6. Sé un promotor vocacional a tiempo y destiempo
Que tu
testimonio de vida, experiencia y anécdotas despierten en otros el deseo de
buscar su vocación. Que tu ejemplo acerque a otros al seminario para que al
igual que tú, disciernan su vocación a los pies del Maestro. Tú experiencia de
discernimiento puede ayudar a otros a no tener miedo de cuestionarse sobre lo
que Dios quiere para sus vidas.
7. Sé amigo y colaborador de aquellos que se quedan
Quienes se formaban contigo en el seminario
siguen siendo tus hermanos. No descuides tu amistad con ellos, visítalos y
sigue conversando con ellos, es muy importante que no pierdas el vínculo, ellos
pueden ser un gran apoyo para ti, pero sobre todo no dejes de orar por cada uno
pues sabes que el caminar de la vocación a la vida consagrada no es sencillo.
8. Sé agradecido con el seminario, ve en el
seminario una segunda casa
El seminario
te ha hecho quien hoy eres (haya sido mucho o poco el tiempo que pasaste ahí)
sé agradecido y sé cercano. Cuando yo opté por dejar el seminario fue algo en
lo que me insistieron mis formadores: «recuerda que esta es tu casa», y hoy que
escribo esto reafirmo que a pesar de que fue corta mi estadía tengo un gran
amor por esa casa en la cual viví, estudié, caminé, reí, lloré e hice grandes
amistades.
9. Sé agradecido con quienes fueron tus formadores
Ve en ellos
maestros y amigos. Sé atento con ellos por las interminables pláticas y
direcciones espirituales en momentos de gozo y tristeza que experimentaste. Por
sus consejos e increíble disposición. Aprende a valorar lo recibido y sobre
todo ora por ellos pues de ellos dependen los futuros pastores del pueblo de
Dios.
10. Replantea tu proyecto de vida
Es obvio que
el objetivo que hoy persigues ya no es exactamente el mismo (la vida
consagrada) replantea tu proyecto de vida, no camines sin rumbo, a la deriva y
a donde te lleve la vida. Pues si no sabes qué quieres y a dónde vas, ¿qué importa lo que hagas hoy o mañana? No
caigas en la monotonía incierta.
Quizá ya sepas estas cosas pero a mí en lo personal
fue providente que me enviaran un texto parecido y aún hoy sigue siendo útil.
Espero estos consejos te sean de ayuda o por lo menos sirvan para recordarte lo
que ahora la Iglesia espera de ti (sin presiones). Te mando un abrazo donde
quiera que estés y te encomiendo siempre en mi oración, espero contar con la
tuya.
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Jose Alfonso Morales Rosales
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