El acompañamiento espiritual




El proyecto de Dios es llamada personal, y cada creyente responde con toral libertad a esa llamada gratuita; nada ni nadie la coacciona, porque la gracia de Dios es invitación y nadie la puede remplazar en la respuesta.  Dios nos llama para acoger la salvación y construir una nueva humanidad que se da desde dentro del mundo en que vivimos. No se es persona y después creyente; se es persona creyente, como una realidad que se nutre de dos aspectos distintos que se auto implican mutuamente.

Tenemos muchas formas de llegar a Dios, son múltiples los caminos que nos llevan a él. Pero es muy importante saber que el acceso a Dios siempre comporta la inter comunión solidaria. Allí es donde cobra sentido la figura del acompañante espiritual y dicha meta es no solo la maduración de la personalidad sino que va más allá pues incluye la formación de la conciencia moral, la experiencia de oración, el sentido de la comunitario de la fe y el discernimiento vocacional.

Es de suma importancia en el acompañamiento espiritual: el proyecto personal que forma parte del conocimiento de uno mismo, coge la persona entera y se formula en el futuro como posibilidad de realización y de mejora. Las metas del proyecto personal son los ideales que uno desea alcanzar, formulados con la radicalidad del evangelio y el realismo de las propias condiciones de vida.

El acompañante espiritual nos dice PABLO VI “que el hombre contemporáneo escucha más a los testigos que a los maestros, y si escucha a los maestros es porque son testigos”. El acompañante espiritual es el formador que desde la confesión y la experiencia de su fe, se pone al servicio del hermano, en presencia de Cristo y a la escucha del espíritu.

Lo propio de la tarea del acompañante espiritual está en la vivencia de la fe, su misterio es de mediación y se orienta a que el acompañado discierna y asuma  el proyecto de vida propio. Es muy necesario que el acompañante espiritual manifieste en todo momento  gran confianza en las posibilidades de la persona que acompaña.

 En la relación de ayuda el acompañante procura que el acompañado reconozca su situación y la reformule. Una vez más que se siente animado a afrontar el cambio. Formularan un plan de actuación posible y concreto.

Cabe resaltar que el acompañante espiritual por excelencia es el sacerdote; pero también son acompañantes espirituales las religiosas o cualquier fiel laico que viva una vida integra con experiencia espiritual. Abrirse al acompañamiento espiritual es excelente, porque nos ayuda a crecer como personas y como cristianos, todos necesitamos de orientarnos hacia Dios.

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José Alfonso Morales Rosales

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